miércoles, 27 de abril de 2011

¡Ay Jafet!

JAVIER RODRÍGUEZ/ OPINIÓN

Ha luchado por la dignidad de los jóvenes y por la suya propia

Cuando las cosas se ponen feas le ponemos delante la onomatopeya ¡Ay! Así pasó con ¡Ay Carmela!, ¡Ay Haití!, o ¡Ay Calixto! No digo feo bajo un criterio estético, que no me corresponde a mi juzgar las virtudes y defectos del bueno de Jafet, lo digo más bien por otras cosas. Los lectores entre líneas, que me consta, son muchos, advertirán a que me refiero.

Conozco a Jafet Barreto, Presidente de Alternativa XXI, desde hace ya unos años. Debo decir al lector que hila con aguja de tricotar, que con Jafet sólo tengo una amistad media y una admiración considerable. No conozco su vida privada y, al contrario que muchos otros que viven en casa del vecino, me importa bastante poco. Es una cuestión de respeto, cada uno hace en su casa lo que quiere y como quiere. Es decir, ni voy a recibir trajes ni me voy a dejar bigotes por escribir este artículo.

Lo cierto es que me parece injusto. ¡Que manías las mías!, los periodistas que denunciamos lo que nos parece injusto estamos pasados de moda, recauchutados, cansinos, partidistas y algunas otras cosas de las que se nos tilda sin más. En fin, esa es una cruz que tendremos que cargar al lomo. En este caso la injusticia es el poco valor que algunos le dan a Jafet, incluso los que en su momento se hicieron llamar amigos. Pero claro, esto habla de la catadura moral de quienes se sientan y señalan, como Pantocrator, quien si y quien no.

Hablar de lo que pasa dentro de cada casa no me corresponde. No tengo militancia ni color, tengo charlas con los amiguetes en los bares. Y lo humano debe estar siempre por encima de lo divino, como me han dicho muchos sabios en esas charletas. Los que se creen divinos han condenado al ostracismo a la juventud hace mucho tiempo, y con ella, a los pocos que la han defendido con uñas y dientes, como Jafet y su equipo. Pero bueno, hay gente que ha perdido la capacidad de decepcionar por derribo. Incluso alguno que en su día me "enseñó" artes marciales. Que si filosofía, que si el abuelo fuma y todo aquello quedó en agua en una cesta. En fin, ni Jigoro Kano que baje de los cielos.

El caso es que, desde la pequeña parcela que me ocupa, en este periódico que es de los pocos que lee, respeta, y luego publica, rompo una lanza en favor de quienes siguen luchando por el relevo generacional en La Palma. Entre ellos Jafet y sus chicos. Me consta que tiene la posibilidad de trincar un puesto de trabajo de los de engordar tripa y cartera, de los de pasear con chaqueta y pelillos en pecho luciendo una medalla de alguna virgen que purgue pecados, con la hipocresía propia de haber pasado por el aro. Se negó. Se negó demostrando, al menos en este caso, que lo humano es más importante que lo divino.

Y no será por no discutir. Y no será por no habernos tirado trapos sucios el uno al otro. Con Jafet hay parcelas de opinión en las que jamás estaremos juntos. Yo le he visto con banderas y emblemas pasear por las calles de Madrid, espeluznado con su causa, mientras me tomaba algo. Eso demuestra que no estamos de acuerdo estándolo. Cosa que algunos que se quedaron anclados en el treinta y seis deberían aprender y recordar cuando hagan listas, por ejemplo, de la compra.

Jafet y sólo Jafet, ha luchado por la representación de los jóvenes en los órganos que les competen. Por el Consejo de la Juventud, por la partida económica que corresponde para que las iniciativas no se queden en palabras vacías. Y sobre todo, con éste último evento, ha luchado por la dignidad. Por la de los jóvenes y lo que es más importante, por la suya propia. ¡Ay Jafet!, ¡Ay Carmela!.

Javier Rodríguez
Universidad Complutense, Madrid

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